Hoy he visitado a dos pacientes de más de 30 años, acompañados de sus madres, y para mí que estas tenían una actitud sobreprotectora hacia ellos.
Cuando las madres explican las razones de su sobreprotección puede parecer que es una actitud normal, difícil de rebatir, pero creo que no, que no es normal, pues se detecta en los pacientes una serie de incapacidades para establecer vínculos sociales y laborales adecuados.
Durante la entrevista los hijos suelen callar y yo tengo la sensación de que no confían en sí mismos. Es difícil confiar en uno mismo cuando no se cuenta con alguien que te acompañe en tu proceso de desarrollo personal, cuando incluso te supervisan todas las actividades o las realizan por ti. Tanta protección crea complejo de inferioridad y es un impedimento para la exploración de la vida.
Hace años que también visito a un paciente que siempre viene acompañado del padre y apenas habla. En este caso detecto que el chico no quiere disgustar a su padre y hace todo lo posible por no quejarse. Siempre dice que todo va bien, pero yo le exploro y veo que en su deseo de no herir al padre se esfuerza para que yo no le detecte ninguna anomalía. Ambos modifican la realidad. No es que la realidad sea mala, pero la niegan por no ser una realidad normal en el sentido habitual del término.
También me viene a la cabeza una madre que ha hecho todo lo posible con tal de evitar que su hijo sufriera cualquier tipo de incomodidad o ansiedad. Ha sido siempre la encargada de organizar las vistas de su hijo en la consulta, la encargada de recoger la medicación, la encargada de llamar para preguntar las dudas, incluso la sustituta de él el día de visita con la excusa de que no pierda trabajo.
Y todos sufren, pero no se comunican bien.
No suelo interrogar, pero probablemente estos padres tienen otros hijos: ¿Cómo se sentirán? ¿Se lo han preguntado alguna vez? ¿Los hijos sanos pierden privilegios y atenciones en favor del enfermo? O al revés, ¿el hijo enfermo siente dolor al percibir la normalidad con la que tratan al sano?
¿Cómo ayudar?
Sería conveniente que los padres y madres llevaran la enfermedad de sus hijos de forma natural.
Se debe pensar «Mi hijo vive con una enfermedad» (ejemplo: esclerosis múltiple) y no pensar «Mi hijo está enfermo«, pues en el primer caso la enfermedad es una circunstancia con la que vive su hijo, mientras que en el segundo es la característica esencial, no precisamente deseada, que le estigmatiza.
La protección es buena y necesaria pero la sobreprotección es mala, tanto para el desarrollo de los pacientes como para el de los padres, pues seguro que esta actitud repercute negativamente en la relación con la pareja o con los otros miembros de la familia.
Me gustaría que los padres afrontaran el miedo y permitieran a sus hijos resolver los problemas por sí mismos en vez de resolverlos por ellos, y que los hijos, si lo necesitan, explicaran a sus padres y madres con la mayor claridad posible lo que les daña, lo que les hace sufrir, lo que les gustaría realmente hacer, y que lucharan por conseguir una independencia frente a un padre o una madre que consideren sobreprotectores.
«Tus hijos no tendrán éxito gracias a lo que hayas hecho por ellos, sino gracias a lo que les hayas enseñado a hacer por sí mismos».
Ann Landers