Hoy ha llegado a mis manos un artículo de un grupo de cardiólogos americano que me ha encantado por la aplicación que tiene a las enfermedades en general y a la esclerosis múltiple en particular. Los autores han realizado una investigación muy cuidadosa, que examina las posibles asociaciones entre el optimismo y el hecho de padecer problemas cardiovasculares y mortalidad por esta causa, y han concluido que el optimismo se asocia con un menor riesgo de eventos cardiovasculares y mortalidad.
Creo que compartiréis conmigo que las emociones negativas (depresión, ansiedad), el sentir que la relación con alguna o algunas personas de nuestro entorno personal, familiar o laboral no fluye como quisiéramos, la soledad, que la sociedad cambie hacia valores y creencias diferentes a lo que nos gustaría… nos provocan un estrés, a veces crónico, que influye negativamente en nuestra salud. ¿Quién no ha tenido alguna vez dolor de cabeza, mareo, taquicardia, sensación de falta de aire, dolor de estómago o descomposición intestinal en momentos de estrés?
Lo atractivo de este estudio no ha sido investigar cómo influyen los factores sociales, culturales y el estrés crónico en la salud, sino cómo influye el tener una mentalidad positiva (optimista) o negativa (pesimista) en la salud.
Tengo ya muchos años de vida profesional y mi impresión es que las enfermedades en general y la esclerosis múltiple en particular, evolucionan mejor en las personas optimistas.
¿Por qué?
Porque la persona optimista tiende a pensar que sucederán cosas buenas en el futuro.
La investigación me parece muy interesante porque es aplicable. Las características del cerebro permiten que una persona pueda transformar su estilo emocional si lo estima necesario, por lo tanto, un objetivo relevante para los profesionales de la salud sería intervenir para modificar una mentalidad pesimista hacia una mentalidad optimista.
Habría que adquirir las características propias del optimista que establece Richard Dadvison, investigador que defiende la posibilidad de modificar los rasgos de personalidad con un entrenamiento adecuado. Estas características son la mezcla de:
- Alta resiliencia, esto es, capacidad de recobrarse de la adversidad y
- Actitud positiva, el mantenimiento de la ilusión y la energía a lo largo del tiempo
Para el despegue de esta investigación se hace necesaria la relación entre los profesionales de la medicina, la psicología y las neurociencias y podríamos empezar por ejemplo:
- Haciendo estudios para ver los comportamientos de salud que tienen las personas optimistas frente a las pesimistas. Por ejemplo se ha detectado una asociación entre el mayor optimismo y una mejor calidad de la dieta y una mayor probabilidad de mantener el ejercicio físico con el tiempo.
- Midiendo mediante escalas los rasgos optimistas o pesimistas de las personas con enfermedades para detectar cuales son las habilidades de los optimistas que les permiten controlar la ansiedad, la tendencia al miedo, la tensión, la preocupación, el estrés y el catastrofismo. Conociendo estas habilidades podríamos intervenir sobre los pesimistas mediante el uso de la terapia cognitiva conductual y técnicas psicológicas positivas.
- Evaluando si el optimismo que se mejora o induce en las personas a través de estrategias terapéuticas dirigidas tiene beneficios en la salud similares al de las personas optimistas de forma natural.
- Consiguiendo objetivar con las nuevas tecnologías cómo se relacionan la mente y el cuerpo, ver cómo hay zonas del cerebro que crecen o decrecen según usemos unas facultades u otras y si realmente se consigue cambiar las conexiones cerebrales para ir adquiriendo un cerebro más sano, bello y efectivo.
La creencia es que ante una botella llena hasta la mitad, las personas optimistas la ven medio llena y las pesimistas medio vacía. Mi impresión es que la mayoría de las personas estamos nadando en la superficie del agua y nos vamos sumergiendo o saltando sobre la superficie con mayor o menor intensidad a temporadas. Me parece completamente necesario saber reconocer cuándo se está en un momento de ahogo y buscar ayuda para conseguir esos rasgos optimistas que permiten salir de nuevo a la superficie y seguir nadando a ritmo normal, a contracorriente o flotando tranquilamente.
No me gusta el mantra de la ideología del optimismo que parece llevarnos a que alteremos nuestra manera de ver la realidad de forma forzada. El exceso de optimismo es tan cansino como el pesimismo. Sí que me parece necesario el esfuerzo por adquirir rasgos optimistas, y para ello juntarse con personas que tiendan al optimismo para aprender de ellas; buscar lecturas, series, documentales o películas, que nos recuerden lo bonito que es vivir en este mundo; escuchar música que sepamos nos va a elevar el ánimo, los sentimientos y los recuerdos positivos…. y romper con la pereza y el regodeo en la comodidad del pesimismo.
Todo hombre puede ser, si se lo propone, el escultor de su propio cerebro
Santiago Ramón y Cajal (1852-1934). Médico
Según el profesor Tel Ben-Shahan la felicidad, y creo que también tiene que ver con el optimismo, es aceptar las emociones negativas y dolorosas, y aceptar con humildad que nos podemos equivocar.
Muchos besos Cristina
Lo veo tal cual
Me ha interesado el artículo. Me ha impresionado las palabras de Ramón y Cajal, sentir que cada uno de Nosotros tenemos la responsabilidad de nuestra enfermedad, dá » zuzto». Si lo pienso, lleva razón. Más en la Esclerosis Múltiple, que no hay ningún fármaco específico y mágico. Tendré que pensarme y tirar de lo positivo de mi manera de pensar y ser y escuchar a los otros, aunque me enfaden. ¡¡Feliz 2023!!