Siempre he evitado aconsejar fármacos para la esclerosis múltiple (EM) mientras se está intentando embarazo o mientras se esta concibiendo ya un nuevo ser. Con Fina hice una excepción. Fina, con 42 años, quería quedarse embarazada y debido a la edad tenía muy reducidas las posibilidades de conseguir un embarazo de forma natural en un periodo corto de tiempo. Como cuantos más meses van pasando sin lograr embarazo más posibilidades hay de tener un brote de la enfermedad, decidí aconsejarle tratamiento con Copaxone hasta que quedara embarazada, con la intención de evitar el brote. Le aconsejé Copaxone porque la Agencia Española del Medicamento, en 2017, autorizó a TEVA Pharmaceutical eliminar de su ficha técnica la contraindicación de su uso durante el embarazo. Es el único fármaco que dispone de esta autorización.
Bajo por las escaleras. Acabo de salir de la habitación de Fina. Estando inyectándose Copaxone, en espera del deseado embarazo, ha tenido un brote fortísimo. He tenido que hospitalizarla para someterla a plasmaféresis (procedimiento de “lavado” de sangre con el objetivo de eliminar determinadas sustancias que intervienen en la producción del brote) y a tratamiento rehabilitador intensivo. Me siento muy triste.
Vuelvo a reflexionar: «¿cómo me sentiría si no le hubiera recomendado tratamiento y le hubiera dado el brote sin tratamiento?«
Vuelvo a reflexionar: «¿cómo me sentiría si no le hubiera recomendado tratamiento y le hubiera dado el brote sin tratamiento?«. No quiero ni pensarlo. Me estaría culpando por ser tan incrédula con el efecto de los fármacos, mi autoestima estaría rota y no me escaparía de ser tachada por algunos de irresponsable.
Doy gracias a Dios por haberla tratado, pero vuelve a mi cabeza con fuerza el sentimiento de incertidumbre. Los fármacos no garantizan la salud pero está claro que limitan las consecuencias negativas que tiene para los médicos –en este caso yo– el no usarlos.
Creemos en los fármacos porque es cómodo y porque es lo que toca en la sociedad en la que vivimos. Nos negamos a aceptar la realidad tal y como es y nos dejamos llevar. Nos dejamos llevar por las iniciativas de las farmacéuticas que buscan beneficio y cuentan con médicos comerciales que arrastran al grupo que, abrazando la moda, acaba imitando el comportamiento. Unos porque no se lo cuestionan –si todos lo hacen tendrán un buen motivo, la mayoría no puede estar equivocada– y otros porque no queda más remedio que practicar la medicina defensiva. No nos van a juzgar por tratar y sí por no tratar.
Casualidades de la vida, al llegar a mi despacho me estaba esperando el visitador médico del producto.
Dejarse llevar por este arrastre perpetúa prácticas que no contribuyen al beneficio de la salud de las personas ni del sistema sanitario. Cuestionar el status quo es lo que yo intento. ¿Hay alguien más ahí?