Es una pregunta que soléis hacernos cuando os indicamos el tratamiento.
El protocolo es iniciar el tratamiento y ver si hay respuesta. Si hay respuesta no se plantea la retirada, a diferencia de lo que se hace en otras enfermedades, en las que si hay respuesta a medio o largo plazo, se puede plantear hacer una retirada del tratamiento, y si en esta retirada los síntomas empeoran se concluye que hay que reiniciarlo y probablemente mantenerlo.
Me llama la atención que una vez iniciado el tratamiento, los pacientes con esclerosis múltiple y sus médicos no se cuestionen la necesidad de seguir o no con él. Casi ningún paciente me ha preguntado si ha llegado el momento de retirar el tratamiento, y existen pocos neurólogos que estudien la posibilidad de interrumpir la medicación, o trabajos que evalúen las consecuencias de la continuación frente a la discontinuación del tratamiento en poblaciones comparables.
Algunos supuestos en los que se ha valorado una interrupción supervisada de la medicación por la hipótesis de que solo una pequeña proporción de ellos volverán a tener brotes o actividad detectada en la resonancia, y que la suspensión del tratamiento mejorará la calidad de vida y reducirá los costes relacionados con este han sido:
- Pacientes con esclerosis múltiple mayores de 55 años de edad, que después de 5 años bajo tratamiento se mantienen sin brotes, sin progresión de la discapacidad y sin nuevas lesiones en la resonancia.
- Pacientes mayores de 50 años con esclerosis múltiple en fase progresiva de la enfermedad, sin brotes ni actividad en la resonancia durante unos 3-5 años.
- Deseo de embarazo
Si el paciente y el médico deciden probar la retirada del tratamiento, se hace un seguimiento periódico que incluye resonancia, y si se detecta nueva actividad se podrá reiniciar el tratamiento.
La Asociación de Neurólogos Británicos indica que el tratamiento debe interrumpirse en pacientes con EM progresiva con incapacidad para caminar sin ayuda, porque no hay evidencia de que sea útil (EDSS > 6.0). Esta instrucción también la comparte el Comité asesor de la esclerosis múltiple de la Dirección General de Farmacia y productos sanitarios del Ministerio de Sanidad y Consumo español (EDSS > 6.5). A pesar de ello los tratamientos se prescriben con frecuencia en estas fases, o se mantienen a pesar de la falta de evidencia de que sean efectivos.
La mayoría de los neurólogos no son proactivos en aconsejar retirar el tratamiento, o no insisten en detenerlo si el paciente es reticente a hacerlo, a fin de no dañar la relación. La reticencia general a parar los tratamientos en estos momentos, está basada más en las actitudes del médico y de los pacientes que en la evidencia científica. Esta actitud merma recursos sanitarios que se podrían emplear en otras situaciones con más eficiencia.
La finalidad que se persigue a la hora de retirar un tratamiento debe ser buena. En general se debe evitar que el peso de los factores negativos (riesgo de efectos adversos, calidad de vida, pérdida de recursos) supere a los beneficios obtenidos.
La falta de datos no es un argumento suficiente en contra de considerar la interrupción y cómo llevarla a cabo, cuando se piensa que hay un riesgo mínimo. Debe realizarse de forma consensuada con el paciente asegurándose de que comprende la relación beneficio/riesgo de la decisión.
La retirada del tratamiento no debe ser interpretada como la suspensión definitiva. La evaluación periódica permitirá valorar si se produce algún cambio en la actividad de la enfermedad y, si se ocasiona, el tratamiento podrá ser re-introducido
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Fotografía de CHUTTERSNAP en Unsplash
Completamente de acuerdo.
Contemplar la posibilidad de retirada y la necesidad de seguimiento de los pacientes después de esta són elementos claves e imprescindibles.
Muchas gracias Joan por tu comentario. Pedona mi retraso en contestarte pero no lo había leído. Me acuerdo muchas veces de ti y de lo mucho que me has ayudado profesionalmente. Espero que estés muy bien. ¡Felices Fiestas!.