En mi labor diaria tengo que aconsejar lo que hoy en día se llaman ayudas para la movilidad. Hablamos de los bastones, las muletas, los andadores, las sillas de ruedas convencionales y las sillas, motos y bicicletas de motor eléctrico.
Cada vez que propongo a un paciente utilizar una de estas ayudas noto rechazo hacia la idea. La respuesta suele ser “No estoy aún para eso”.
La idea general es que la silla de ruedas es un sitio “donde se acaba”.
También hay miedo a sentirse excluido, a dar lástima… y uno prefiere arriesgarse a caer o hacerse daño antes que ser visto utilizando un bastón, un andador o una silla.
Utilizar ayudas para moverse aumenta la calidad de vida
Los músculos, los ligamentos y las articulaciones hay que cuidarlos, no se les debe hacer llegar a la fatiga o al dolor. Los bastones, las muletas y los andadores evitan malas posturas, dolores y lesiones futuras, porque ayudan a adquirir posturas más anatómicas, dado que el trabajo queda repartido entre más músculos.
Cuando se camina mal se apoya mal, se cambian las posiciones anatómicas y se sobrecargan articulaciones que acaban doliendo, se producen roturas fibrilares, esguinces, caídas… En definitiva, se va hacia atrás en vez de hacia delante.
Hace un año conocí a Jorge por motivos profesionales. Necesitaba hacer una gestión inmobiliaria y me recomendaron que acudiera a él. Me sorprendió ver que era parapléjico. Más tarde me enteré de que se había quedado parapléjico esquiando. Tuve varias entrevistas con él. Impecable en el vestir. Siempre alegre y sonriente. Atractivo. Se movía en moto eléctrica. Subimos en ascensores milimétricos, gracias a que la moto ocupaba poco más de lo que podían ocupar sus piernas. Un día me di cuenta de que me había olvidado por completo de que no caminaba. Me quedé perpleja y entusiasmada.
¿Qué hace que haya personas como Jorge, y otras que por no coger ayudas para la movilidad dejan de trabajar, delegan labores, salen menos, no participan en eventos sociales ni familiares, no buscan experiencias? Yo soy testigo de cómo la vida se les pasa, la queman como si no quedara otro remedio que vivirla así. Viendo la tele. Viviendo la vida de otros.
En la esperanza de volver a andar con normalidad, se pasa la vida.
La muleta, el andador, la silla, no son los que impiden seguir teniendo la capacidad de controlar, afrontar y tomar las decisiones personales acerca de cómo vivir por iniciativa propia. Lo impiden el miedo, el rechazo a la realidad, el no poder aceptarse, el haber perdido el sentido de a dónde se va y con quién.
Se trata de aprender a hacer las cosas por nosotros mismos, de una manera diferente
Me gustaría que las personas con dificultad para moverse entendieran que no se debe esperar a volver a ser el que físicamente se era, para vivir la vida. La vida hay que aprovecharla en cada instante y no vivirla esperando a que llegue un milagro. Me gustaría que intentaran ver lo positivo que les ha traído la nueva realidad, porque trae cosas positivas, y lo digo porque lo veo. Hay personas que cambian para bien y disfrutan la vida como no lo hacían. Yo visito a más de uno y leo historias y veo vídeos de personas muy discapacitadas físicamente que disfrutan la vida más que la mayoría en nuestra vida rutinaria, marcada por lo que la sociedad dice que es normal.
“La vida te pone obstáculos; los límites los pones tú”